jueves, 7 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 1: EL ENCUENTRO...


Estaba en 2° de secundaria, a comienzos de abril. Había regresado de Lima, pues había estudiado allí durante las vacaciones. Siempre tan estudiosa yo. Pensaba ponerme en adelanto para poder sacarle el máximo provecho a este año, y prácticamente lo conseguí. El mes de marzo estuvo bien, me esforcé y apliqué todo lo que había aprendido en la César Vallejo.
Aquella mañana Paúl, un amigo de otro colegio y un MUY amigo de mi prima, la había llamado por teléfono y le había dicho si se podían ver. Ella dijo que si y ambos se encontraron en la esquina de mi casa.
Mientras dicho encuentro pasaba, yo estaba ayudando a mi abuelita en el restaurante. Subí con una tina de cosas y me los encontré en la dicha esquina.
Me miraron de una forma rara, que creí que tenía algo en mi cara, qué se yo. Pero luego se miraron y se rieron. Ladeé la cabeza desconcertadamente y justo antes de echar a andar a mi casa, Paúl habló:
-Karla, este, habíamos quedado para ir al cine con Ytati, y entonces pensé que…- dijo, tratando de buscar las palabras adecuadas.
Sabía a lo que se refería. Quería que también fuera con ellos:
-Oye, yo iría pero, no quiero hacer de violinista- le respondí, tratando de rechazar la propuesta lo más educadamente posible.
-Bueno, nadie dijo que irías sola- intervino Ytati, con una mirada pícara.
Mas desconcertada aún, miré intrigante a Paúl. Y me respondió divertido:
-No sé, quizás, podríamos llamar a Whinston también…
Whinston. Apenas oí el nombre y sentí un leve rubor en mis mejillas y que mis labios formaban una tímida sonrisa. Y casi sin quererlo, mi corazón di un pequeño brinco.
Whinston, era uno de mis mejores amigos, por no decir el mejor. Me gustó apenas lo vi, pero enterré ese sentimiento con errores. Sin embargo, volvió a emerger a fines del año pasado. Durante todas las vacaciones no podía apartarlo de mi mente, por más que quisiera.
Además, durante todo marzo habíamos conversado de manera especial. Aunque me dijo que le gustaba Claudia, yo sabía que no era del todo verdad. Sin embargo, creo que hubiera sido mejor creer que si le gustaba, me hubiera evitado tantos problemas si no hubiera hecho lo que hice a continuación.
-          Entonces… ¿qué dices, vienes?
-          Eh? Ah, bueno, no sé la verdad si él tendrá tiempo hoy…
-          Karla, hoy es feriado, ¿recuerdas?
Sí, claro que lo recordaba. Sólo estaba buscando excusas para no ir. Pero, justo antes de darme cuenta, mi corazón, al que había tenido callado, habló:
-Bueno está bien.
¿Qué? ¿Qué era lo que acababa de decir? No era yo la que había hablado. Sin embargo, antes de que pudiera contradecir lo que había dicho, Paúl ya estaba despidiéndose de Ytati, de mí y ya había tomado su carro de regreso a casa. Antes de que pudiera contradecir algo, ya habíamos quedado a las 3:00 en el paradero de Sucre. Maldición, esto no estaba bien. Pero, mi corazón, al que antes había tenido callado, amordazado y encadenado, esta vez hizo callar a la razón, y la amordazó y la encadenó, tal como había hecho con ella.
Me había quedado en la nada. ¿Qué iba a hacer ahora? Estaba segura de que en el trayecto para ir a su casa, Paúl ya habría llamado a Whinston para avisarle sobre la salida de esa tarde. Así que no tenía posibilidad de refutar la oferta, habría sido muy descortés de mi parte… Mentira, era sólo mi corazón lo que daba vagas excusas para justificar lo que había hecho.
Me sentía perdida. ¿Y si Claudia se enteraba? ¿Qué iba a pensar de mí? Mi razón luchaba por zafarse de la opresión a la que era sometido por mi corazón, pero no lo logró. Sabes que ese sentimiento no es verdad, me dijo vagamente. Y como ya no podía contradecir nada, me dije a mí misma, que no dejaría que nada pase en esa salida. Y como siempre, mis predicciones fueron un fraude.
A pesar de todo, no podía seguir parada en la esquina. Tenía cosas que hacer. Me pasé el resto de la mañana lo más ocupada posible, haciendo cosas que no me gustaban, tratando de hacer pasar el tiempo más lento, con el fin que no llegarán las 3:00 de la tarde. Pero, el tiempo, riéndose de mi pesar, pasó más rápido de lo normal, y cuando menos me di cuenta, ya eran las 2:30.
Ytati ya se había alistado, estaba hermosa como siempre. Quizás un poco más para impresionar a Paúl. Yo… yo recuerdo que estaba puesta una casaca negra y un jean. Hacía un calor insoportable, así que cuando mi prima me vio enfundada en esa casaca negra, arqueó una ceja, y me lanzó una mirada de quien ha cometido un delito, un delito de moda. Hice caso omiso, y entonces ¡Oh, una luz, una pequeña luminosidad se encendió en mi mente! ¡Las clases de inglés!
Ytati tenía clases de inglés ese día.. ¡A las 6:00! Así que podría ser una excusa perfecta para no ir y podría decir que quedáramos otro día, y ese otro día podría tener un argumento lo suficientemente justificable para decir que no.
Sin embargo, una ráfaga de viento vino con la respuesta de Ytati y apagó la diminuta luz que mi razón había encendido:
-La película dura 2 horas a lo mucho, así que puedo llegar tranquilamente sin retraso a mis clases- me respondió, mirándome inocentemente.
Esa mirada inocente dejaba entrever muchas cosas. Como si quisiera decirme: “Hey, tú, hoy  tiene que pasar lo que tiene que pasar”. Alejé ese pensamiento de mi mente, si eso se hacía realidad, iba a quedar muy mal parada.
El tiempo, esta vez avanzaba lento, como para darle más pesar a mis pesares, como si disfrutara hacerme sufrir. La voz de Ytati interrumpió mis pensamientos.
-Mamita, ya nos vamos- dijo, con esa voz llena de positivismo, llena de carisma.
¡Ah, como hubiera querido estar igual que ella, tan alegre y despreocupada de todo! Yo en cambio estaba nerviosa y con un miedo que me hacía tener un escalofrío en mi espalda.
Ytati me cogió de la mano, pero la soltó repentinamente.
-Estás helada- me dijo.- ¿Tan nerviosa estás?- me preguntó, divertida.
-No, no estoy nerviosa- le respondí.- Sólo un poco… extraña.-
-Jajaja, si claro, si no te conociera, podría creer fielmente en tus palabras, pero como te conozco, me temo que tú estás…ENAMORADA-dijo esta última palabra con mayor énfasis y volumen que yo me puse aún más nerviosa y sentí que temblaba.
-No es verdad- le dije. – Y no hables tan fuerte, que alguien te puede escuchar.- dije, algo molesta.
-Pero…- dijo de manera inocente.- Si no es verdad, ¿no es ningún problema, cierto?- completó su anterior frase inocente con una pizca de maldad.
En ese momento tuve ganas de llevarla a la quebrada que estaba a dos cuadras de mi casa, y luego lanzarla desde allí.
-Es en serio.- le dije. – Yo no… no estoy enamorada de él- continué, haciendo que mi voz sonara crédula, aunque no tuvo el efecto esperado.
-Lo que digas.- me respondió, aún mirándome de manera inocente y pícara a la vez.
Era hora de irnos. ¿Ya era hora de irnos? Me sentía mareada, pero aún así, un cosquilleo en mi estómago me hizo sonreír de manera inesperada. Y a pesar de no quererlo, me sentía impaciente.
Salimos a la avenida para tomar el carro, y entonces vimos a Paúl. Nos saludó y se puso al lado de Ytati. A lo lejos divisamos el micro, con la letra D en rosado. Ytati y Paúl me miraban de reojo, y esta vez me daban ganas de lanzarlos a los dos a la quebrada.
El micro fue mi salvación para que sus miradas dejaran de ser tan incómodas. Se sentaron juntos, yo iba delante de ellos, sola. Al menos eso evitaría que siguieran mirándome así, realmente me sentía avergonzada. Pero entonces, se me ocurrió preguntarle a Paúl:
-Y ¿si no va?- dije, mirándolo de manera angustiada.
-Si irá.- me respondió.- Ya me confirmó.- dijo.
Pasé todo el trayecto preguntándome si le podría surgir un imprevisto o no sé, algo para que dicha salida no se concretara. Pero, mis predicciones siguieron no siendo predicciones para convertirse en fraude.
Llegamos al paradero, íbamos a ir a buscarlo a su casa. ¿En serio, estarían dispuestas mis piernas a caminar? La verdad, es que no lo sabía, tenía como escalofríos. El nerviosismo se había apoderado de mí, estaba como poseída. Ni modo. Los seguí, callada, tímida, tropezándome a cada paso que daba. ¿Qué se supone que debería decirte? ¿Cómo íbamos a caminar, de dos? ¿Y si seguía tropezándome? ¿Y si me caía? ¿Y si hacía algo ridículo? Estos pensamientos hicieron que casi pierda el equilibrio y estuviera a punto de caer de bruces en la acera.
Llegamos a una esquina, y volteamos a la izquierda. No recuerdo el nombre de la calle, pero puedo recordar que era amplia y que estaban construyendo una casa muy cerca de la suya. Llegamos a un portón que decía su nombre. Ver su nombre una vez más me hizo dar un vuelco al corazón. Maldita sea, si esto seguí así, con solo ver su nombre… ¿Cómo iba a hablar delante de él?
Ese sentimiento fue reemplazado por el miedo. Un perro, salió a ladrarnos. Les tengo fobia, siempre les tuve fobia, desde la vez que uno casi logra morderme, pero me salvé por apenas poco. Paúl se estaba riendo e Ytati también. Supongo que la cara que puse debió de ser épica. Estaba molesta, tan molesta que tenía ganas de lanzarlos por la quebrada a todos y cada uno de ellos. A Ytati, a Paúl, al perro, a los trabajadores que estaban molestándonos por lo “buenas” (O por lo buena que estaba mi prima) que estábamos. Estaba tan molesta que sentí que se me nublaba la vista, estaba a punto de caerme, a punto de gritarles una palabra soez , cuando de pronto, toda mi furia, que estaba como un león furioso, se amenizó hasta transformarlo en el maullido de un gatito.
Ahí estaba él.
Verlo luego de tiempo, más de dos meses, me impactó. Quizás por la sonrisa que tenía en el rostro, quizás por su mirada, por esos ojos que hasta el día de hoy no dejan de impactarme. No lo sabía, no sabía por qué. Todo eso sucedió en mi mente en tan poco tiempo, que no me percaté de que me estaba saludando con un abrazo. Que mientras me abrazaba me decía que me había extrañado. Lo abracé, me relajé. Me sentía tan tranquila, tan bien. Había olvidado toda la cólera que tenía antes. Ahora estaba inexplicablemente feliz. Me acordé de que tenía que respirar. Lo hice y sentí el aroma des u perfume. Era profundo, intenso. Cada partícula de su aroma me embargó de los pies a la cabeza. Con una sonrisa tímida en el rostro, le dije:
-También me alegro de verte.
Me miró, y sonrío de nuevo. Esa sonrisa me hizo estremecerme, sentía que estaba en el cielo, y que no quería salir de allí nunca más.
Sin embargo, ese momento no duró eternamente. Habrían otro que sucederían después, el destino me estaba aguardando algo diferente hasta lo que había sentido en ese momento.
Caminamos hasta el paradero otra vez, nuestro destino era el cine, en el centro comercial El Quinde. A mí, me daba igual donde íbamos, si podía tener esa sonrisa y ese rostro junto a mí, podríamos habernos quedado en ese mismo lugar.
Mientras caminábamos, nos lanzábamos sonrisas tímidas, y le conté, con alguna tartamudez, cómo había sido mi estadía en Lima. No podía ni concentrarme. Varias veces me quedé en blanco, porque no podía encontrar coherencia, si él seguía mirándome de esa forma, con esa sonrisa deliciosa que él solo puede tener. Me odié a mí misma, supe que esa sería mi debilidad eternamente.
Llegamos, y, me encontré casualmente con Sheyla. Era mi amiga del colegio, de mi salón para ser exactos. Además, ella era la ex de Whinston. Tuvieron una relación un año antes, pero terminaron por problemas que no entendí muy bien. Esto, en un principio me hubiera causado alegría, puesto que si iba a ella, no sucedería nada en aquella salida. Pero un extraño sentimiento de rechazo surgió en mí, y no podía disimularlo bien.
En cambio él, se le daba tan bien disimular. La saludó con educación y empezaron a conversar. Un hincón en mi corazón me sorprendió con la guardia baja. ¿Desde cuándo tenía celos? Sin embargo, me uní al diálogo, y entonces, creo que dije algo gracioso, no recuerdo bien. Lo único que sé es que, sea lo que haya dicho, él me tomó en brazos, abrazándome de una manera especial, o eso fue lo que sentí.
Fuimos en taxi, si mal no recuerdo. El Quinde estaba cerca, así que no duró mucho el trayecto. Cuando llegamos, súbitamente, él se puso a mi lado y comenzamos a conversar. Al parecer, Sheyla se sintió excluida, y, se le escaparon algunas lágrimas. Al preguntarle que le ocurría, me dijo:
-Siento que estoy interrumpiendo, mejor me voy.- dijo esto con una tristeza profunda.
-No, Sheyla, no te vayas.- le dije, tratando de sonar amable.
-No, en serio Karla, creo que mejor será que me vaya. Ya nos vemos otro día.- me respondió.
No sabía si decirle que se quedara o decirle que no había problema. Traté de encontrar las palabras adecuadas para decirle que se quedara, pero entonces ya se había ido. Confieso que mi felicidad tuvo un bajón, puesto que no quería que ella se fuera.
Pero, entonces su voz, otra vez su voz.
-Karla, no te sientas mal por eso. Si ella quiso irse, entonces déjala ir.- me dijo, aunque su voz sonaba un poco triste, puesto que él también se sentía mal en el fondo.
-Sí, supongo que tienes razón.- le dije, confundida, porque no sabía si en verdad tenía la razón.
-Karla, ya en serio, no hay problema. Seguro después se le pasa.- me dijo Ytati. Supuse que no se llevaba bien con ella, así que ella estaba aliviada de que se hubiera ido.
-Sí, y es mejor que nos apresuremos si queremos alcanzar alguna función.- dijo Paúl, cortante.  Apuesto a que solo quería estar con Ytati.

Me resigné, pero su sonrisa, mi debilidad, me convencieron de que realmente no era culpable. Me dejé arrastrar por esa corriente, sentí que me jalaba hacia él. No me resistí. Me dejé llevar, y me dejé llevar no solo por los corredores del centro comercial, sino también por él.